El comienzo de la vida sobre la tierra tiene como uno de los primeros habitantes al
mundo vegetal; desde entonces, individuos que pertenecían a diferentes tribus
descubrieron que algunas plantas eran adecuadas como parte de la dieta, mientras que
otras poseían propiedades curativas. Estos conocimientos transmitidos a lo largo de la
historia de la humanidad en forma oral, quedaron posteriormente plasmados en
abundantes documentos que pertenecen a diferentes generaciones, destacando en todos
ellos, lo referente a las especies vegetales que eran objeto de uso medicinal, a la forma
en que eran preparadas y a la patología que estaban destinadas (Concepción, N., 2000).
Esta información se reveló en diferentes documentos como el papiro de Ebers, de 20
m de longitud descubierto en 1873 por el egiptólogo alemán Georg Ebers; éste se
considera el primer documento escrito (1,700 años a.C) sobre fitoterapia (tratamiento de
las enfermedades a través de las plantas); otro ejemplo son las tablillas babilónicas, que
describen más de 250 especies de plantas con virtudes curativas. Se conservan además,
aportaciones realizadas por las civilizaciones griega y romana, en las que destaca la
efectuada por Dioscórides (a quien se le conoce como el padre de la fitoterapia, por sus
contribuciones al desarrollo de ésta), en cuya obra "De Materia Médicadescribe alrededor de 600 especies vegetales, así como las enfermedades en las que estaba
indicado su uso. Los griegos supieron aprovechar su herencia y dieron un sentido
científico al uso de las plantas medicinales: a cada enfermedad le aplicaban un remedio
herbal, y siempre era el mismo. Hipócrates, quien vivió en el siglo V a. C., siguió
aplicando el mismo método, describiendo las plantas curativas, uso y dosis de
administración; hoy es considerado el padre de la medicina (Encarta, 2003; Forés, R.,
1997).
Sin embargo, a pesar del uso de las plantas o de partes de las mismas con fines
curativos, hasta mediados del siglo XIX se contó con los medios y conocimientos
necesarios para que su uso estuviera dotado de base científica, gracias al aislamiento e
identificación de los principios activos de especies como la digital, belladona y la quina.
Además, se estableció la relación causa-efecto, es decir, se investigó el efecto que
ocasiona sobre un animal, una determinada sustancia extraída de una planta. Después de
esto, la industria química y farmacéutica sintetizó en el laboratorio muchas sustancias
extraídas de los vegetales, para producir medicamentos que sustituyeran a los
tradicionales tratamientos con hierbas (Concepción, N., 2000).
En las últimas décadas del siglo XX, parte de la población se rebela ante la industria
que llena el mercado de productos sintéticos, algunos de ellos nocivos para la salud o
para el medio ambiente, y busca el vivir de la forma más natural posible, en la que no
pueden faltar las hierbas en el tratamiento de las enfermedades (Forés, R., 1997).
En México, se ha contado desde tiempos prehispánicos con una gran tradición de
métodos curativos, información que se transmite de manera oral, de generación en
generación. Se considera que el Códice Badiano fue el primer tratado de herbolaría
mexicana, escrito en lengua Náhuatl por el Xochimilca Martín de la Cruz en el siglo
XVI; tiempo después en 1552, Juan Badiano lo tradujo al latín, de ahí el nombre
"Códice Badiano" (Adame. M„ 2000).